viernes, 28 de diciembre de 2012

UNA SENSACIÓN MUY EXTRAÑA

Aquella mañana se despertó con una sensación muy extraña: la cabeza le pesaba mucho más que de costumbre. Era como si el cráneo le hubiera aumentado de tamaño o alguien lo hubiera llenado de piedras durante la noche. Se palpó intentando localizar el problema, pero no notó nada raro. Todo aparentaba estar como siempre. Al menos, por fuera, así lo parecía.

Había tenido un sueño muy agitado y, como consecuencia, apenas había pegado ojo. Tal vez era por eso que le pesaba tanto la cabeza. Su cerebro había funcionado ininterrumpidamente durante demasiadas horas seguidas, de modo que los pensamientos y recuerdos generados durante el día no habían sido sometidos durante la noche a tratamiento alguno de organización, almacenamiento o reciclaje. En lugar de dormir y descansar, su mente, poco acostumbrada a perderse entre imaginaciones y pensamientos abstractos, había pasado la noche entera intentando escapar de una maraña de terribles e insólitas pesadillas. Había soñado cosas que nunca antes había imaginado. Horrores inteligibles cuyo origen desconocido le provocaba una angustia que no era capaz de describir. Escenas, personajes y situaciones que le dejaron entrever una parte de sí mismo que aún no conocía del todo, una zona oscura y terrible que acechaba escondida en algún rincón de su desconcertada mente: masacres, torturas, exterminio, destrucción, violencia, persecución, odio, egoísmo, miseria, crueldad, hambre, fanatismo, racismo, enfermedades, guerras, cárceles, manicomios, violaciones, extinción… Y todo cuanto soñó debería ocurrir en el interior de enormes ciudades en forma de laberinto donde una sociedad completamente enajenada y enferma se retorcía sobre sí misma en una agónica e interminable escena apocalíptica…

Los primeros rayos del sol se llevaron consigo los terribles sueños de la noche. Poco a poco, su complicada mente volvió a sentirse segura en esa realidad sensible a la que estaba tan acostumbrado. Sus ojos podían ver con claridad los cuerpos sólidos y estables que componían el universo de la materia. Al mismo tiempo, su cerebro, cada vez menos confundido, volvía a experimentar la satisfacción de ser dueño de sí mismo. Estiró los brazos hacia el techo y un profundo bostezo puso en marcha todo su cuerpo. Se levantó, miró alrededor y vio que su familia aún dormía. No quiso despertarlos, así que decidió salir a dar un paseo y tomar un poco el aire. Al llegar junto a la salida, miró desconfiado hacia el exterior. Quería estar seguro de que ninguno de los horrores de la noche había conseguido escapar de su cabeza para atraparlo durante el día. Tras contrastar dificultosamente la realidad con los sueños y comprender que nada de aquello iba a suceder, se armó de valor y salió.

El día era maravilloso. Los pájaros cantaban entre las ramas de los árboles y un nuevo amanecer se abría paso entre las sombras del bosque. La hojarasca crujía bajo sus pies y el rocío de la mañana empapaba su piel como el sudor fresco y agradable de la tierra. Vio algunas huellas y excrementos de animales nocturnos. Restos de esa vida que seguía su curso mientras su especie permanecía dormida. El murmullo del río que cruzaba aquel hermoso paraje no tardó en dejarse oír. Y, muy pronto, la dulce melodía de sus aguas lo invadió todo con un enjambre de luz y gotas brillantes. Al llegar a la orilla, se agachó sobre aquel espejo limpio y cristalino, cogió un poco de agua con sus manos y bebió repetidas veces. Cuando terminó, las ondulaciones de la superficie se fueron calmando hasta dejarle ver, en una imagen nítida y transparente, su propio rostro reflejado en la superficie.

“¡Qué alivio!”, pensó al ver su cara llena de pelo, las cejas prominentes, su frente arqueada hacia atrás en una típica forma simiesca. Tan sólo seguía siendo un homínido, un homo ergáster, casi un australopithecus, aún. Un ser capaz de proyectar en su mente algunas abstracciones sencillas, algunas herramientas que más tarde fabricaría, algunas emociones y sentimientos hacia otros miembros de su grupo. Un ser primitivo y salvaje, en el mejor de los sentidos. Una mente elemental y unas manos incapaces de llevar a cabo todo cuanto pasaba por su cerebro. Era un ser no humano que empezaba a sentir en lo más profundo de su alma, a la tenue luz de una razón incipiente, los ecos de una humanidad que algún día, dentro de mucho tiempo, cubriría con su locura toda la faz de la tierra. Pero, por suerte, aún tendrían que transcurrir casi dos millones de años para que los hijos de los nietos de sus descendientes, los homo sapiens, hicieran realidad los sueños y pesadillas de aquel fascinante hombre mono.



Fotografía de Enric Mestres

jueves, 20 de diciembre de 2012

PROFECÍA DE LA RATA MUERTA

Una rata muerta en mitad del camino señaló con su rabo tu destino…
 
Una ciudad oscura, una calle solitaria, una maraña de gente indiferente que te mirará sin ver tu cara. Te creerán muerto aunque sigas fuera del cementerio, pero muertos ya viven ellos, sin saberlo. Un cartón y una manta tirados en la acera tejerán la alfombra que, algún día, dará la bienvenida a la guadaña. Y cuando los gatos, subidos en lo más alto de algún tejado o alguna antena, maúllen a la noche la mala nueva (¡el vagabundo de turno ha muerto!, ¡abridle un hueco entre las estrellas!), tu vida habrá acabado sin que nadie, ni tan siquiera, sienta ante tu adiós ni alegrías ni penas.  



martes, 4 de diciembre de 2012

[la cabra (...)]

[Este relato permanecerá "temporalmente" fuera del blog; disculpad las molestias]
 

sábado, 24 de noviembre de 2012

Oda a los políticos, banqueros y otros capitalistas capaces de cagarse en la tumba de su madre si fuera esa la forma más fácil de ganar dinero

No quiero dinero.
Puede que lo necesite,
pero… ¡no, no lo quiero!
¿Me habéis escuchado todos,
pobres ricos usureros?
Yo sólo quiero pan, vino y tiempo.

Nada me importáis
ni vosotros
ni vuestros
asquerosos negocios,
porque, para mí,
el único interés
que vale
es el siguiente:
vivir la vida
tal y como me sale,
junto a los míos,
¡ese es todo mi aliciente!

Y si vuestro corazón podrido
os manda hacer infelices
a los demás
con hipotecas impagables,
trabajos innombrables,
tripas con hambre
y hasta con penas,
en ocasiones, de cárcel,
ese no es mi problema
ni soy yo el responsable.
Porque el mío,
ya sea alegre,
herido o,
mejor, querido,
tan sólo ansía vernos
a los pobres,
a los poetas,
a los parias,
a las putas,
a los borrachos,
a los niños,
a los vagos,
a los soñadores,
a los perros,
a los torpes…
disfrutar sin vosotros
de nuestra humilde libertad.


domingo, 26 de agosto de 2012

[la mosca y la sopa]

[Este relato permanecerá "temporalmente" fuera del blog; disculpen las molestias]
 

sábado, 4 de agosto de 2012

MOSCAS Y CALAVERAS

nubes de seda
flotan entre las piedras
estampa hermosa
al pie de cada fosa
cadáveres de ojos negros
sonríen como niños pequeños
mientras tatúan tu cara
en la hoja de cada guadaña

te acompañan
sobre la barra
dos moscas 
abrazadas

sombras brillantes
arañan el asfalto
cristales transparentes
escondiendo olor a muerte
edificios cervezas vacías
hospitales y suicidas
gatos flacos en la calle
humo negro en el aire

te acompañan
sobre la barra
dos moscas
abrazadas

recorriendo la estructura
llego hasta las alturas
dibujando calaveras
en la piel de tus caderas
recorriendo la estructura
sin salir de la botella
dos moscas dos moscas
dos moscas dos moscas 

Letra de la canción "Moscas y calaveras", incluída en el próximo disco de LA JAURÍA DEL VICIO

viernes, 6 de julio de 2012

LA CARTA

Estimado señor Currito:

Como prueba del reconocimiento a su alto rendimiento, compromiso y dedicación en todas aquellas tareas que se le encomiendan, tengo el placer de comunicarle que hemos decidido incluir su nombre en el ERE que esta empresa se dispone a llevar a cabo al amparo de la nueva legislación aprobada por el actual gobierno de España. Como consecuencia inmediata de esta medida, a partir de mañana prescindiremos de sus servicios de manera vitalicia.

Cuando usted lo estime oportuno (ya conoce el lema de nuestra empresa: “sin prisa, pero sin pausa”), puede pasarse por mi despacho para recoger su última nómina y concederme la satisfacción de estrechar su mano por última vez. Y le digo esto con todo el sentido de la expresión, ya que esperamos no volver a verle el pelo ni en pintura. Se acabó, coja la puerta, márchese y no vuelva por aquí jamás.

Aprovecho la ocasión que me brindan estas líneas para ponerle al tanto de que, tal y como dicta la nueva ley, no va usted a cobrar ningún tipo de indemnización ni compensación por los posibles perjuicios derivados de la situación que atraviesa actualmente nuestra empresa. Contamos de antemano con su comprensión y humanidad para entender que todo esto no es buen trago para nadie y que, no lo dude, no procederíamos así en caso de que estuviera en nuestras manos, que lo está, y quisiéramos hacerlo, que no queremos. Este ERE, digan lo que digan quienes quieran decir lo que quieran, es ahora su problema y no el nuestro. Así que comprenda y trague, porque esto es lo que hay.

En el hipotético e improbable caso de que usted se mostrara en desacuerdo con las condiciones de su despido, le invito a llevarnos a juicio y a perder todo el tiempo y el dinero que usted quiera (o se pueda permitir, que ya sabemos que es poco) enredándose en farándulas de abogados, sindicatos y demás chusma del folclore obrerista. Con la mejor de las intenciones y en su propio beneficio, le anuncio que nuestros abogados siempre estarán mucho mejor pagados que los suyos y, como es natural, se los merendarán antes de que puedan enterarse de dónde se han metido.

Me despido de usted no sin antes agradecerle todos estos años de obediencia, sumisión y resignado sacrificio en su empeño por dejarse la piel, la salud y su tiempo en nuestro propio beneficio. Gracias, gracias, gracias.

Reciba un cordial saludo y nuestro más sincero agradecimiento por habernos lamido el culo mejor que lo haría un perrito faldero.

Atentamente, el hasta ahora amo y señor de su alma.


PD. ¿Recuerdas aquel ascenso que tanto te costó conseguir? Ahora, igual que llegó, se esfuma como la ceniza de un cigarrillo… ¡Qué irónica es la vida! Lo mejor de todo es que volverías a repetirlo todo, paso por paso, si te diéramos otra oportunidad. Por cierto, ¿la quieres?

domingo, 24 de junio de 2012

LA RAVE VIRTUAL Y EL AFORISMO SOBRE LOS OJOS

Ojos abiertos. Cientos de miles de millones de billones de ojos abiertos. Y también cerrados, por supuesto. Porque dicen que hay de todo en todas partes y en todo momento. Innumerables pupilas multiformes; iris de infinitos colores y tonalidades; cristalinos translúcidos y transparentes; nervios ópticos de diferentes tamaños y medidas: longitud, grosor, peso y capacidad. Cosas de ojos, en definitiva. Definitivamente, los ojos son un buen tema para escribir sobre algo cuando ya vas por la cuarta cerveza y vuelves de una rave virtual donde has ido invitado por un amigo al que no veías (y sigues sin verlo, porque la cosa de la rave era virtual) desde hace unos cuantos años. Sin recordar la cifra, ya son demasiados, en cualquier caso.

Los ojos y su mundo. Estamos acostumbrados a verlos de dos en dos, uno a cada lado de la cara, ambos cerca de la nariz, debajo de las cejas, esos detalles tan importantes en nuestra anatomía que, a modo de cañerías, desvían el sudor cuando, en ocasiones, baja desde la frente como efecto de algún proceso fisiológico. La ley de la gravedad también afecta a los ojos, por eso, entre otras muchas cosas, es tan importante. Pero los ojos no siempre se reparten a pares: observad de cerca a una mosca y en sus enormes globos oculares veréis la respuesta. Miles de omatidios fotosensibles dentro de cada enorme ojo que el insecto díptero lava y cuida constantemente. Los ojos de una mosca son algo fascinante… Ojos compuestos, les llaman algunos, mientras otros hablan de grandes ojos hermosos. Tal vez sólo sea una cuestión de perspectiva. Puede que siempre sea así. Los ojos de la mosca te observan mientras tú no apartas la mirada de la pantalla del ordenador. Perspectivas.

La simetría es algo muy importante. Podemos encontrarlos de dos en dos, de tres en tres, de cuatro en cuatro, de cinco en cinco… la rima es cada vez más fácil, pero el número no para hasta llegar a contarse por miles. Sea como sea, siempre tenemos el mismo número de ojos a cada lado del eje imaginario. Lo mires como lo mires, la simetría también es cosa de ojos. Los ojos son simétricos porque nuestra imaginación puede trazar ejes de simetría allá donde los ojos no ven realmente nada. La imaginación y los ojos, los ojos y lo que no se ve. Mientras haya imaginación, habrá esperanza.

Ojos. Incontables ojos abiertos, todos mirando. Incontables ojos cerrados descansando en una esquina de la vida de algún ente. Ojos fotosensibles, en cualquier caso, como los omatidios de la mosca. Acabamos de nombrarlos y ya estamos otra vez hablando de ellos. Las moscas son seres misteriosos… Todos, sin distinción de sexo, raza, posición económica, clase social o especie animal, perciben imágenes estáticas o en movimiento de una realidad diferente en cada caso. Cada ojo, como un espejo, se sitúa estratégicamente en una perspectiva única, propia e inalcanzable para todo aquello que no sea él mismo y su mecanismo. Espejos que reflejan luces y formas. Espejos vivos, son los ojos.

¿Sabemos de qué estamos hablando? ¿Qué es un ojo? ¿Cuál es la mejor definición para ese órgano tan popular en la poesía romántica como en los libros de texto? ¿Hay ojos más allá de la galaxia Abell 2218?

“Ojo”: dícese de cada ventana abierta a un universo único, insólito y desconocido para todos los demás ojos presentes, pasados y futuros.

viernes, 15 de junio de 2012

RULETA RUSA

A y B caminaban por la calle en direcciones encontradas. Cuando sólo faltaban unos pocos metros para que se produjera la fatal colisión, ambas se detuvieron y quedaron situadas exactamente una frente a la otra.

A, que estaba acostumbrada a ser la primera, fue quien rompió el hielo:

A: Oye, ¿qué te parece si nos volamos el cráneo con este revolver?

B: Bueno… no sé yo. Es Nochebuena y me esperan para cenar en casa.

A: ¡Venga chica, que un día es un día!

B: Mmmm… venga, vale. Está bien. A ver, ¿quién se dispara primero?

A: Lanzaré una moneda al aire y lo echaremos a suertes…

B: De acuerdo. Yo pido cara.

A: Y yo cruz.

Vecinos y transeúntes pudieron escuchar los disparos que acabaron con la vida de las dos primeras letras del alfabeto castellano. Pero muchos de ellos, y también de los otros, y de nosotros, nunca llegaron a notar que la A y la B se habían ido para siempre.

s lo k tien vivr n l sigl XXI, k no svems ni leer ni skrivr y ns d = :(

Este relato fue presentado al I CONCURSO DE RELATOS HIPERBREVES, organizado por el blog LA SIGUIENTE LA PAGO YO, y el pasado mes de Abril fue seleccionado para ser publicado en dicho blog. Aquí os dejo el enlace original:

sábado, 26 de mayo de 2012

LA LATA DE FABADA

La habitación estaba a oscuras y apestaba a sudor. Había montones de ropa esparcidos por el suelo, dos ceniceros repletos de colillas y algunas latas de cerveza vacías. También había un armario sin puertas, una mesita de madera y una ventana con cartones en lugar de cristales.

Bajo la ventana había una cama y sobre la cama dormían un hombre y una mujer. Las sábanas estaban sucias y desordenadas. Los cuerpos eran pálidos y deformes, hinchados y repletos de arrugas y de granos. Dos moscas copulaban sobre el plástico de un paquete de tabaco mientras en la calle continuaba lloviendo desde hacía tres días.

El hombre abrió los ojos y pensó en la muerte. Olfateó su propio aliento y sintió nauseas. Miró a la mujer que había estado durmiendo a su lado y pensó en estrangularla, pero no lo hizo. En lugar de eso se incorporó y se quedó sentado en la cama. Apoyó los codos sobre las rodillas y la cabeza sobre las manos. Miró hacia el suelo y pudo ver una mancha de cerveza reseca y pringosa, unas bragas amarillentas y arrugadas, restos de barro y una colilla. Esas eran las cosas que daban forma a su vida. Llenó de aire los pulmones, levantó la vista hacia el frente, se pasó una mano por la nuca y se puso en pie.

Casi todos los días se despertaba con resaca. Algunas veces estaba tan hecho polvo que ni tan siquiera podía pensar. Tenía cuarenta y dos años y no trabajaba. La mujer que había en la cama tenía cincuenta y nueve años y era pensionista. Viuda de un fontanero. Era vieja pero sólo pensaba en follar. Le faltaba un buen puñado de dientes y sus tetas colgaban como dos botas de vino vacías. No se puede decir que juntos fueran felices, pero se las apañaban, más o menos. El fontanero muerto los mantenía vivos.

El hombre fue hasta el cuarto de baño, se sacó la polla y se puso a mear. Le dieron arcadas pero no vomitó. Luego salió hasta la cocina y buscó algo para comer. En la despensa había un trozo de pan duro, una caja de galletas con manchas de humedad y algunas latas de conserva: mejillones en escabeche, callos a la madrileña, albóndigas en salsa y fabada asturiana. Cogió la lata de fabada, un abrelatas y una cuchara. Se sentó a la mesa, colocó la cuchara a un lado y abrió la lata. Se asomó a su interior pero allí sólo había un puñado de piedras. Metió la cuchara, movió las piedras y se puso a rebuscar, pero no encontró nada más que eso. Ni rastro de la fabada. Entonces vació la lata sobre la mesa, fue hasta el grifo de la cocina, la llenó de agua y se la bebió de un solo trago.
Después se dio la vuelta, volvió a la habitación y se metió de nuevo en la cama. La mujer ya se había despertado. Él se tumbó boca arriba. Ella le bajó los calzoncillos y se metió la polla en la boca. Se la chupó durante un buen rato y después follaron hasta volver a quedarse dormidos.

lunes, 21 de mayo de 2012

UNA CAJA DE MADERA, UN PALO Y UN TROZO DE CUERDA

Tarde de invierno en París. Años veinte del Siglo XX. Hacía frío y las calles estaban mojadas. Había restos de nieve en las aceras, bajo las ventanas de las casas y tras los cubos de basura.
 
El joven Ernest Miller caminaba junto a su hijo, el pequeño Bumby, bajo el cielo gris de aquella gélida tarde. En una mano llevaba una caja de madera, un palo y un trozo de cuerda. Con la otra mano sujetaba al niño. Ernest era grande y fuerte. Bumby era pequeño y listo como los ratones. A Ernest le dolía la cabeza por los golpes recibidos la noche anterior en el gimnasio de Saint Germain des Prés, donde había ganado algunas monedas haciendo de sparring para tres boxeadores semiprofesionales. Bumby, en cambio, sólo sentía un poco de frío en la nariz y muchas ganas de que su padre le enseñara a hacer todas aquellas cosas que le había prometido durante la noche.

Caminaron una media hora hasta llegar a los Jardines de Luxemburgo. Se acercaron a un vendedor ambulante y compraron un poco de maíz y un poco de trigo. Pagaron y se adentraron en el parque. Árboles, flores, arbustos, fuentes heladas y esculturas de reinas que casi nadie conocía. Apenas unas pocas sombras humanas se movían por allí, despacio y en silencio. Ernest y Bumby se abrieron paso entre los árboles.
 
–Por aquí, hijo. Vamos a buscar el mejor sitio…
 
Pisaron algunos charcos, un poco de barro, nieve y hojas secas. Llegaron hasta un gran claro en la arboleda. Ernest miró a su alrededor y asintió con la cabeza.

–¡Aquí lo vamos a hacer! ¿Estás preparado, hijo?
 
–¡Sí!
 
Ernest se situó en el centro del claro. Puso la caja en el suelo y ató el trozo de cuerda al palo. Se agachó sobre la hierba y dejó allí el maíz y el trigo. Cubrió las semillas con la caja, levantó uno de sus lados y lo apoyó en el palo para mantener la estructura en esa posición. Agarró la punta de la cuerda y caminó hasta unos arbustos.
 
–Ahora tienes que estar en silencio. Tendremos que esperar un rato hasta que pique alguna…
 
Se sentaron sobre unas piedras y esperaron. Parecían dos pescadores. No tardaron mucho en aparecer las primeras presas. Llegaban agitando las alas, caminando con la cabeza erguida, observándolo todo con sus ojos de gran pez moribundo. Comenzaron a picar los granos que había esparcidos alrededor de la caja. Procuraban no acercarse demasiado. Parecían saber lo que les esperaba. Pero cuando ya se habían comido todo lo que había alrededor, su golosina las empujó hasta el montoncito que había debajo del cajón y… ¡zas! Ernest tiró con fuerza de la cuerda, el palo se movió y la caja cayó sobre una de las palomas. El animal quedó atrapado y Bumby empezó a dar palmas y saltos de alegría. Ernest se acercó hasta la caja. Introdujo su mano por debajo y agarró al animal.

–Mira hijo, hay que hacerlo así. Tiene que ser rápido para que el animal no sufra demasiado… Con una mano la coges por el cuello y con la otra sujetas su cuerpo. Con fuerza. Cuando la tengas bien agarrada, giras su cabeza hasta darle una vuelta casi entera.
 
Sonó un chasquido…
 
–¿Ves? Ya está.
 
El animal cerró los ojos, dejó de respirar y su corazón se paró de golpe. Ernest ofreció el cuerpo a Bumby. El niño cogió a la paloma muerta con sus pequeñas manos y la apoyó sobre su pecho. La miró y pensó que, tal vez, no era aquello lo que realmente había esperado ver. Aún así, seguía estando contento y con ganas de aprender más cosas.
 
–Ahora cogeremos otras dos…
 
Repitieron la operación. Atraparon a otras dos y regresaron a casa.
 
Llegaron al edificio y atravesaron el portal. Treparon por las escaleras de su humilde piso hasta alcanzar la puerta. La abrieron y entraron. La mujer, madre y esposa, estaba sentada junto a una ventana.
 
–¡Mira lo que te hemos traído!
 
Ernest mostró las tres palomas a su mujer.
 
–Pero, ¿de dónde habéis sacado eso?
 
–Lo hemos cazado entre tu hijo y yo, ¿verdad que sí, Bumby?
 
El niño miró a su madre, se llevó las manos a la cabeza y sonrió.
 
–Y ahora vamos a cocinarlas…
 
Ernest y Bumby entraron en la cocina. Ernest calentó agua en una olla, metió dentro a las palomas y se sirvió un vaso de vino tinto.

–Hay que esperar a que la piel y las plumas se pongan blandas. Después las sacaremos del agua y tú me ayudarás a desplumarlas hasta que queden tan peladas como una naranja.
 
Ernest dejó el vaso sobre la mesa y se sentó en una de las sillas. Mientras los sabores y los aromas de la Rioja bajaban por su garganta, puso al niño sobre sus rodillas y dejó que su consciencia se mezclara con sus sueños. Pensó que algún día, tal vez, llegaría a ser escritor. Sus relatos serían reconocidos por la crítica internacional y sus obras se traducirían a todos los idiomas. Algún día, tal vez, se convertiría en una figura imprescindible de la literatura universal. Escribiría grandes novelas y se ganaría un hueco entre los mejores. Quizá nunca ganaría el Premio Pulitzer o el Nobel por escribir un cuento sobre pescadores cubanos o por toda una vida dedicada a las letras, pero eso, en aquel momento, no le importaba. Era feliz en París. Es más: todo aquello, en ocasiones, le parecía una fiesta… Tenía una máquina de escribir, un buen puñado de ideas y un nombre interesante: Ernest Miller Hemingway. No había duda de que aquel era un nombre de escritor.

Sacó a las palomas de la olla y las introdujo en agua fría.

–Venga, vamos a pelarlas. Después les cortaremos la cabeza, les sacaremos las entrañas y prepararemos un estofado que no vas a olvidar en toda tu vida.

lunes, 7 de mayo de 2012

UNA DECISIÓN IMPORTANTE

Se abre el telón. El comedor de una casa de clase alta. Sentados a la mesa están el PADRE, la MADRE y el HIJO. Comen en silencio. Junto a uno de los ventanales que dan al jardín y a la piscina, una NIÑA CON CABEZA DE PULPO intenta resolver un cubo de Rubik mientras emite guturales sonidos marinados. 

PADRE: ¿Qué tal te va en la universidad, hijo? ¿Ya has pensado lo que quieres hacer cuando termines la carrera?

HIJO: Bueno, pues… veréis, por ahora estoy barajando un par de opciones que me parecen interesantes. La primera seguro que os encanta, aunque, claro, tendríamos que hablar antes del tema del dinero…

PADRE: Sabes que eso no es un problema para nosotros, siempre y cuando me guste lo que me propones. Habla y te contestaré después.

HIJO: Me gustaría estudiar un master en Marketing empresarial, asesoramiento comercial y gestión de la esclavitud moderna en multinacionales y grandes empresas.

PADRE: Me parece una idea estupenda. Sigue contando…

HIJO: El master que quiero hacer se imparte en la Universidad de Harvard, en EEUU. El precio ronda los 60.000 € más gastos de alojamiento, comida y demás. Haría el master en dos años. Imagino que los criterios de admisión dependerán de varios factores, contactos e influencias, sobre todo. Y las notas, claro.

PADRE: Por esos detalles no tienes que preocuparte. Ya sabes que tenemos muy buenos contactos, de manera que podrás hacer el master que quieras en la universidad que elijas.

NIÑA CON CABEZA DE PULPO: Glub glub… glub glub… ggglllnnnrrr…

Breve silencio. Bebieron de sus copas, picotearon en sus platos y continuaron hablando.

MADRE: ¿Y la otra opción? ¿De qué se trata?

HIJO: Bueno, quizá sea la opción más sencilla. Al menos seguro que es la opción con una salida más inmediata. Pero es un tema bastante más delicado que el anterior, más bohemio y romántico, algo que estaría orientado más bien a satisfacer ese impulso artístico y creativo que tengo desde niño… Algo subversivo y rebelde. No tiene nada que ver con los negocios o la empresa, por supuesto, nada que ver… La verdad, no sé cómo os lo vais a tomar…

MADRE: Cuéntanoslo. Por ahora no tenemos ni la menor idea de qué nos estás hablando, aunque lo que acabo de escuchar no me suena nada bien. Creo que vas a soltar alguna de esas ideas descabelladas que te vienen a la cabeza cada cierto tiempo.

HIJO: Sólo espero que no os parezca una tontería. Si finalmente me decido por esta segunda opción, me gustaría contar con vuestro apoyo.

PADRE: Habla.

HIJO: Llevo tiempo dándole vueltas a esta idea. Se trata de crear una nueva concepción del arte, algo tan radical que comprometa incluso la vida del artista. Una dimensión creativa que nadie ha explorado nunca. Abrir nuevos senderos para un arte de vida y de muerte. Toda la energía y la materia del individuo puestas al servicio de su creación, de manera que la criatura y el creador terminen fundiéndose en una misma sustancia. Una experiencia tan innovadora que mi nombre se recordará para siempre. Una única obra, primera y última, será suficiente para cambiar de manera irreversible el curso de la historia del arte… La idea es tan sencilla que a veces pienso que es imposible que no se le haya ocurrido a nadie antes que a mí. Además, el éxito y la fama estarían asegurados.

PADRE: Eso último sí me gusta…

HIJO: Lo primero que tendría que hacer es viajar a París y pasar allí una o dos semanas, comiendo y bebiendo en los mejores restaurantes, para buscar la inspiración y armarme de valor, porque lo voy a necesitar. Esto costaría mucho menos que lo de Harvard, está claro, aunque también conllevaría sus gastos. Durante todo ese tiempo no me ducharía, no me afeitaría y no me cambiaría de ropa. El objetivo de este proceso consiste en tomar la apariencia de un auténtico artista bohemio y marginal, aunque nosotros sabemos que realmente seguiría viviendo como un marqués. Lo importante es aparentar, no ser… Una vez transcurrido ese período, daría comienzo la fase definitiva. Primero, llenaría cientos de globos de agua con pintura de diferentes colores. Después los cosería a mi ropa, por fuera y por dentro, convirtiéndome en una gran bola humana abultada y deforme. Luego subiría hasta lo más alto de la Torre Eiffel y, tras leer en público un haiku sobre garzas y lagunas al atardecer, tomaría impulso para saltar al vacío dando volteretas en el aire y gritando “¡Todo mi reino por un estofado!”. Llegados a esta fase ya no habría vuelta atrás… ¿Os imagináis el final? Al llegar al suelo, estamparía mi cuerpo sobre un hermoso mural donde la sangre y la pintura se mezclarían adquiriendo tonos y contrastes jamás imaginados. Toda la creatividad del artista saliendo al exterior de una sola vez. Arte y ser… Impresionante… He oído que, tras un golpe como ese, la masa encefálica y algunas vísceras suelen esparcirse alrededor del cuerpo adquiriendo formas muy caprichosas y elegantes, de manera que mi mural tendría también un poco de altorrelieve.

Silencio. El PADRE bebe de su copa, cruza las manos sobre la mesa y mira fijamente
al HIJO.

PADRE: Hijo, el suicidio es una opción respetabilísima. Me parecería bien que lo hicieras y tendrías todo mi apoyo. Y el de tu madre, creo…

MADRE: Por supuesto, claro que te apoyaríamos. Eres nuestro hijo y apoyamos tus decisiones.

PADRE: Tal vez esa es la mejor opción de todas: la suspensión voluntaria del Ser. Puede que nosotros, de haber tenido el valor necesario, lo hubiéramos hecho hace mucho tiempo. Posiblemente habría sido lo mejor para todos: para nosotros, para vosotros, para la gente que nos rodea… para toda la humanidad, incluso.

MADRE: No seas tan egocéntrico, ególatra y megalómano. ¡Nunca hemos sido tan importantes como para que nuestros destinos individuales pudieran afectar a tanta gente!

PADRE: Puede ser, pero no me discutirás que habría sido lo mejor para nosotros y para nuestros hijos.

MADRE: No, eso no te lo discuto.

PADRE: Pues bien, el suicidio también es una buena opción. Tanto lo del master como esto otro me parecen grandes ideas… ¡Enhorabuena, hijo! ¡Eres un genio! ¡Tienes grandes planes de futuro! Pero… hay un problema en las formas, a pesar de que el contenido sea correcto.

HIJO: ¿Cuál sería el problema?

PADRE: Verás, hijo, tal y como lo describes, tu suicidio sería una payasada digna de cualquier perroflauta izquierdoso. Arte, globos de colores, ropa sucia, barba, poesía japonesa… Esas cosas no son para nosotros. No somos vagabundos ni pordioseros. No somos unos muertos de hambre. Somos gente de buena posición y las apariencias, en nuestro entorno y después del dinero, son lo más importante. Tú mismo lo has dicho: importa aparentar, no ser. Lo que debes hacer es vestirte correctamente, con tu mejor traje y tu mejor corbata, como si fueras a cerrar el negocio de tu vida; afeitarte y cortarte el pelo, peinarlo y engominarlo, que el viento no pueda despeinarte; aparentar ser lo que eres, un triunfador, alguien que está muy por encima de los demás porque no conoce la mediocridad; llenar tu cartera de dinero, tarjetas de crédito, cheques… y, entonces sí, sólo si es lo que quieres, saltar al vacío. Ese sí es un buen suicidio. El disparo en la sien es mucho más elegante, pero… se trata de tu decisión y de tu futuro, así que tú eliges. Si quieres escribir algo puedes dejar alguna nota en el hotel o enviar una carta a tus allegados, pero nada de escribir poesías. ¿Acaso eres un juglar o un saltimbanqui?

MADRE: Tu padre tiene toda la razón. No somos hippies ni gentuza. Suicidarse de esa manera es de… ¡negros o moros o gitanos! ¡De pobres! ¡Ay, no sé, de lo que sea, pero es... raro! Si haces algo, hazlo bien, con estilo, como dice tu padre. Como corresponde a alguien de nuestra posición.

NIÑA CON CABEZA DE PULPO: Glb glb glb… ggggggrrrrrrrllllllllllllllllllllll. Miradme, he descifrado el enigma: al fin he conseguido formar el cubo.

Todos miran a la niña y aplauden en silencio.

PADRE: ¡Vale, vale, ya está bien! Esto no es un partido de fútbol. Os estáis comportando como auténticos hooligans, ¡qué vergüenza, por Dios!

Se cierra el telón.

miércoles, 2 de mayo de 2012

EL HOMBRE QUE FUE MADRE

Alberto acababa de ser madre. A pesar de su condición masculina, había conseguido dar a luz a una pequeña y hermosa criatura. Tal vez su mujer no lo entendería, sus padres no lo aceptarían y sus hermanos, una vez más, dirían que estaba loco o borracho. Pero, a él, nada de eso le importaba.

Con los ojos llenos de ternura, Alberto miró al neonato desde arriba y tuvo el impulso de abrazarlo. Quiso cogerlo entre sus brazos y apretarlo con fuerza contra su cuerpo; besar su piel oscura y susurrarle al oído palabras de cariño; sentir aquellos labios succionando los pezones de su pecho musculoso… Pero el pequeño nunca empezó a respirar. Tan sólo había sido otro aborto, tan triste y deforme como los demás.

Alberto se levantó de la taza, se subió los calzoncillos y miró al pequeño por última vez. Con un leve gesto de su mano, tiró de la cadena y contempló a la hermosa criatura girando en el agua hasta desaparecer en la oscuridad del sumidero. Le deseó el mejor de los viajes y el más brillante de los futuros con la esperanza de que, algún día, las lechugas y los tomates de cualquier ensalada nacerían en una tierra abonada con los restos de su recién fallecido vástago.